El flamenco duele (y mucho)
(Divagaciones escritas después de un desengaño artístico)
¿Alguien recuerda un comercial de medicamento para la gastritis en el que se veía a un hombre retorciéndose de dolor mientras, de fondo, se escuchaba algo parecido a un cante jondo? La primera vez que vi ese anuncio me pareció una estrategia de publicidad bastante barata, burda y de pésimo gusto...sin embargo...no estaban tan equivocados esos publicistas provocadores de risas flojas...el cante jondo y en general todo lo relacionado al flamenco puro y sentido viene justo de ahí, de las vísceras, de las mismísimas entrañas del ser humano. Esto, tal vez, íntimamente vinculado a las tradiciones místicas orientales que afirman que el punto donde recaen los impactos emocionales y energéticos es, precisamente, el plexo solar, el sitio entre el ombligo y el bajo vientre. No olvidemos que el flamenco es una amalgama de culturas y la más importante de ellas, la raíz, es la hindú.
Los flamencos saben que para que su arte tenga duende tiene que estar bullendo una emoción por dentro, una emoción auténtica, sin simulaciones. Quienes vivimos fuera del cotidiano flamenco/gitano/andaluz tenemos que, como dicen en España, currarnos el desarrollo de las aptitudes para el baile y el cante, que bien puede resumirse en largas sesiones de zapateado, técnica, montajes coreográficos, ensayos de medianoche, adquisición del vestuario más caro y pretencioso..., pero...¿y el duende? ¿Cómo nos curramos encontrarlo? ¿Se puede? ¿Es válido hacer un flamenco con grandes formas pero carente de esencia? Quiero creer que el duende, si lo buscas con verdad, tarde o temprano termina encontrándote, porque habita en el interior de uno mismo, donde no hay manera de ser un simulador.
También hay quienes se van a los extremos y creen que el flamenco es una pantomima, un compendio de los gestos faciales más dramáticos; contorsiones inverosímiles, zapateados imposibles...todo con tal de hacer creer al espectador que ahí está pasando 'algo'.
A diez años de haberme puesto por primera vez unos zapatos de flamenco puedo decir abiertamente que no conozco el punto medio, ideal, entre bailar con duende y con el uso de la técnica académica.
En un lugar como este, donde de por sí ya es una labor titánica encontrar abundante público flamenco es aún más complicado intentar sembrar la semilla del flamenco bien hecho. Es una disciplina en la que también han permeado los vicios artísticos más negros y comunes: ego, falsedad, desvalorización del trabajo, competencia insana, irresponsabilidad, poco profesionalismo...
No sé si me duele más el desamor o un panorama tan desolador como el que en este momento creo que se está abriendo ante mis ojos respecto al flamenco, un paraje casi yermo en el que, obviamente, me estoy muriendo de sed. Aquí no aplica una de las expresiones que uso más frecuentemente: "es lo que hay". Si eso es lo que hay aquí, un terreno baldío, tal vez haya que seguir el ejemplo de los hermanos gitanos y emprender un viaje largo, casa y recuerdos a cuestas; esperanza y coraje en el corazón. Prefiero que el duende me pille caminando y no bailando sola en medio del desierto.
Mariana Viveros
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