Noche flamenca de terror

 



¿Alguna vez mencioné en este blog que he estado en algo así como una peli flamenca de terror? ¿No? ¿Podría ser la entrada anterior? Quizá. Pero hubo una más terrorífica, y si en ese relato mi ironía recaía sobre la primera 'maestra' que me dio clases, esta, de terror-terror pasa a otra generación de profes. Relax,si para todas hay...

Esto sucedió en 2015.

Dos personas planearon hacer LA función flamenca, es decir, no sería cualquier presentacioncita, ¿eh?, de hecho quisieron dejar atrás la humildad y por eso le llamaron GALA flamenca, algo jamás acontecido en esta re artística ciudad. Olé, y olé.

Y como iba a ser LA GALA y todo debía salir diez de diez, sólo bailarían las de 10, o sea las profes, no alumnas...uff, qué amables, gracias por ahorrarme el estrés...

¿Dijiste ahorrarte el estrés, alumna ingenua? No, mi ciela, porque el hecho de  no bailar no significa que estarás sentada en primera fila aplaudiéndonos embobada como la fan que obvio eres. Tú vas a encargarte de que todo salga perfecto para que nosotras brillemos en el escenarios, como los ratoncitos de Cinderella hicieron. Sí, llamémosle Bloody Cinderella Flamenca. Al pedo.

Del 1 al 10 en la escala de terror flamenco, yo me encontraba en un tranqui 2, más que nada por mis propios nervios.Y pues nada, la proclama ya estaba lanzada, se haría el baile para deleite de las princesas y el resto de la corte flamenca. El lugar estaba listo, el sonido, los músicos. Yo como buena ratoncilla asistente corrí veloz por últimas compras, acompañada de otras ratoncillas asistentes. 

Todo listo, nada faltaba, hasta hubo comida y vino para doble agasajo del afortunado público. Mis habilidades ratoniles eran incontables porque además hice de hostess, boletera, conseguidora de cambio porque "no traigo más que este de 500", dadora de información, hasta pseudoenfermera.

Cuando ya no había fila y el talonario quedó vacío de boletos, por fin me relajé. Prendí un cigarrillo que compartí con mi amiga ratoncilla. Eran últimos días de febrero, clima agradable.

Ahhh, ya moría por un cigarrito. Calma deliciosa pero confusa que sí o sí ocurre antes de que el monstruo, el espectro, el vampiro aparezca. Una tormenta comienza con una nube. 

Buenas noches, ¿me puedo sentar aquí? Ay, qué pena, pero ya no voy a poder quedarme a la segunda parte, me empecé a sentir mal del estómago. 

Era una señora de unos 60 y tantos años, se sentó en el banquito junto a nosotras. Su expresión lo decía todo: estaba mal. 

Oigan, ¿verdad que había algo con atún en la comida que dieron?

No lo sé, señora, dije. Y era verdad, yo me preocupé por tener una copa de vino, no presté atención a la comida (ese ya no era mi rubro, afortunada o desafortunadamente no me tocó encargarme de ese tema).

Es que me comí una tapa que era como de atún y de ahí me empezó el malestar. Perdón, mejor ya me voy, una disculpa por no quedarme hasta el final. Buenas noches. 

Mi amiga ratoncilla y yo nos quedamos dubitativas. Pero bueno, nada, una señora enferma del estómago podía ser cualquier cosa, eso estábamos discutiendo cuando se acercó una pareja, chica y chico.

Hola, ¿saben si hay por aquí una tienda? Mi novia se siente muy mal del estómago. ¿Se puede quedar tantito con ustedes mientras le consigo una pastilla o algo? ¿Una Coca sirve para el estómago,no?

¡Madres, otra persona enferma! La chava estaba pálida, ya se le marcaban ojeras así, de enferma y todo...y antes de sentarse...vomitó. Terror. Llamen al exorcista. Si hay una fobia que me paraliza es ver vomitar a alguien.

Perdón...perdón...decía la chica apenadísima, casi llorando.

No pasa nada, le dijo mi amiga, y se metió a conseguir con qué limpiar. 

No, no te preocupes, le dije yo, siéntate por favor, ¿quieres que llame una ambulancia? 

No,nooo, no me siento tan mal, es que...algo de la comida de aquí me hizo daño, me dio muchas náuseas. Disculpen, de verdad, no las vayan a regañar por mi culpa. 

Hasta entonces no había reparado en un tipo sentado en  la entrada.  Era del público y salió a fumar. Así vestido para la ocasión, hecho todo un mirrey (después supe que era amigo de la corte flamenca, claro). Me fijé en él hasta que se levantó y abrió su inútil boca: "¡Sácala de aquí! ¿No ves que da mala imagen? Que se salga a vomitar a la calle". 

Se me torció el gesto como cuando te pegan en el punto ese del codo que da calambre. O sea, nos tomamos muy en serio eso de ser Cinderella, ¿verdad?

No le hagas caso, le dije a la chica, que ya se soltaba a llorar. Regresó mi amiga, limpió el suelo; regresó el novio con dos alka seltzers ya disueltos en un vasito plástico; les paré un taxi y se fueron entre mil graciasgraciasquépenadisculpalasmolestias. 

Como en toda buena peli de terror, faltaba el último susto, la última maniobra del monstruo para probar si el protagonista ya se aceró o más bien le toca morir bajo el hacha. 

Hola, morras, ¿acá juntito hay un Oxxo, verdad? Es que a la chava que vino conmigo le empezó a doler la panza, a ver si venden pastillas o algo...bueno, ahorita vengo. 

Era un conocido. Mi amiga y yo sólo nos miramos y no tuvimos otra que reírnos, pero yo estaba realmente asqueada, sí, por el vómito y por todo lo que implicaba aquello. 

Tres personas sintiéndose mal. ¿Qué carajos tenía la comida? ¿Por qué no se preocuparon por llevar alimentos en buenas condiciones? ¿Era una maldición? ¿Polvo vudú mezclado? 

Una vez acabado el baile real, entré al improvisado camerino:  caras desmaquilladas, risas eufóricas y cero importancia a lo que yo decía, sólo dejé la bolsita llena de dinero. 

Mi única satisfacción fue quedarme con 200 pesos de un cambio, porque los "al menos 500 pesos" que la corte real flamenca prometió pagarnos terminaron siendo como aquella canción de Falete: "Puta mentira". 

No hubo héroe guapo al rescate, no hubo luna llena, pero sí una gran noche de terror de mierda. 

T H E  E N D




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