Cuando ya no tienes que volver al lugar del que te marchaste
En 2019, después de varios meses inactiva en mi estudio y práctica de flamenco, decidí volver la vista atrás y reintegrarme a clases; las viejas clases, las de siempre y las de 'ya nunca más'. Ya estaban apalabrados fecha, horario y costo...qué más daba.
El día anterior se me ocurrió consultar mi oráculo religioso.
¿Es buena idea regresar a clases de flamenco?
Sí, lo más probable es que responda que sí, me dijo el babalawo, es tu pasión, lo que te gusta y...ahh, no, dice que no.
¿Que no?
Sí, que no vayas. Vas a encontrar lo mismo de siempre. No vas a crecer ya ahí.
Ok, entonces no.
Pequeña mentirosa, porque al día siguiente me preparé; guardé zapatos, falda, botella de agua y llegué al salón.
A media clase,apareció la dueña del local, y blandiéndola igual que el premio de una rifa mostró mi billetera.
¿A alguien de ustedes se le cayó esto? Fue pregunta, pero su expresión mostraba certeza...ya lo hizo como amabilidad, como algo protocolario.
¡Es mía! Muchas gracias, le dije.
Cuida más tus cosas, traes mucho dinero...
Y bueno, al mes, estaba maquillada, a punto de salir al escenario para bailar 30 segundos de una guajira grupal que inició mal y acabó igual. Frustrada, enojada, confundida...grrr.
Cuando hasta los dioses dicen que mejor no, hay que hacerles caso.
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Ilustración de Zahra Marwan |
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